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La Cole: Ocho años de rabia, construyendo otra vida


Por Zoán Tanís Dávila Roldán


La Colectiva Feminista en Construcción es una organización política que parte del legado del feminismo negro y decolonial. Nuestra organización surgió en el 2014, a partir de la necesidad que teníamos varias compañeras de diversos espacios militantes, de realizar trabajo político que partiera desde un análisis interseccional. Es decir, que tomara en cuenta a las personas más vulnerables dentro de la sociedad, para articular una lucha que nos permitiera generar mejores condiciones de vida para las mujeres, personas negras y empobrecidas del país. Queríamos hacer trabajo político que nos tomara en cuenta, que nos pudiéramos ver reflejadas en los reclamos y en el proceso. Queríamos que se confiara en nuestro análisis, que hubiese espacio para desarrollar nuestro liderato y que pudiésemos abordar los temas que nos preocupaban y que nunca se asumían como prioridad, ni en las organizaciones ni en el país. Desde entonces, para nosotras ha sido importante que todo trabajo organizativo y de movilización centre las raíces políticas y económicas de nuestros problemas sociales. En este sentido nuestras luchas buscan complejizar y erradicar las relaciones de poder estructurales y la desigualdad.


Nos organizamos a partir de un feminismo negro, sabiendo que las distintas formas de opresión que vivimos, racismo, violencia de género, clasismo, xenofobia y homofobia son manifestaciones interrelacionadas de un sistema que produce desigualdad. Y que, por ello, es imprescindible luchar contra ellas, desde todos los frentes, de manera simultánea. Como estrategia, apuntamos a denunciar las maneras en las que el Estado sostiene y sustenta estos sistemas de opresión. Eso lo hacemos a través de la formación política -como herramienta para fortalecer la consciencia social y política-, la agitación y denuncia, la movilización y acción directa, la confrontación con el Estado, la articulación de coaliciones y alianzas estratégicas con otros sectores, la creación de alternativas mediante política pública o formas autogestionadas y la creación de una cultura de resistencia.


Somos anticapitalistas, porque rechazamos un sistema económico diseñado para subsistir a base de la explotación de las personas negras e indígenas y los pueblos originarios; y porque nos oponemos a un sistema que prioriza el enriquecimiento de unos pocos en perjuicio del planeta y de los seres que lo habitamos. Somos anticolonialistas, creemos en la autodeterminación de los pueblos y eso solo es posible con la independencia de nuestro territorio. ¡Viva Puerto Rico LIBRE! Somos antirracistas, porque la supremacía blanca ha impuesto la idea de lo humano a través de la colonización y el estado racial, porque reclamamos la humanidad, paz y seguridad que merecemos las personas negras. Somos antipatriarcales, porque nuestros cuerpos no son propiedad de nadie, porque existimos para nuestros propios deseos y voluntades. Somos una organización militante, porque comprendemos la responsabilidad de cada una de nosotras en cambiar el rumbo de nuestro país y nuestra sociedad. Somos colectiva porque comprendemos que solo nos podremos liberar de esa opresión si luchamos juntas.


Durante estos pasados ocho años de militancia, hemos sostenido un trabajo político que unifica voluntades, reconociendo la solidaridad como eje transformador del país. Han sido ocho años en una jornada de lucha ininterrumpida, organizando y poniendo el cuerpo para hacer frente a las medidas de austeridad y políticas públicas que empobrecen a quienes vivimos en este país, el cierre de escuelas públicas, la disminución de derechos laborales, el despido de empleadxs públicos y la eliminación de las pensiones a nuestros viejos. Hemos hecho frente a las imposiciones de la Junta de Control Fiscal, delatando el falso discurso de la deuda, y anteponiendo nuestro derecho natural a que se priorice la sostenibilidad de la vida, ante la continua explotación de las élites privilegiadas que administran esta colonia.


Luchamos junto a otras para defender nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Organizamos mujeres en asambleas y plenos para generar propuestas de lucha para exigirle al gobierno y a la legislatura que gobiernen y legislen con perspectiva de género. Mientras el país estuvo en emergencia por el paso de dos huracanes, nos movilizamos para denunciar la militarización del país y el mal manejo de la crisis. Pero también, rescatamos —junto a la comunidad de García Ubarri, en Río Piedras— una casa que convertirnos en un centro de acopio para la comunidad. También, fuimos parte de los grupos solidarios que se lanzaron a las comunidades para apoyar a las personas afectadas por los huracanes y más recientemente, por los terremotos en el sur. Antes de que se lograra la renuncia de Roselló en el 2019, renunciamos al alcalde agresor sexual, Héctor O’Neill. Hemos centrado en la opinión pública el rol de los bancos en la quiebra de Puerto Rico y en la crisis de vivienda, articulándonos desde el movimiento feminista como una fuerza común a través de la consigna Nosotras contra la deuda. Paramos las calles para exigirle al Estado una mejor vida y logramos centrar una discusión pública profunda sobre la violencia de género —que tanto afecta la vida de las mujeres, las personas de las comunidades LGBTTIQ y sus familias— a través de nuestra campaña por el Estado de Emergencia.


Han sido 8 años de lanzarnos sin garantías a luchar por construir el país que merecemos y necesitamos. Nos sostiene la certeza de que la lucha en las calles es nuestra mejor apuesta para lograr que todas las que vivimos en este país tengamos una vida digna. Nos mueve la rabia de reconocer la injusticia, pero, sobre todo, la esperanza radical de sabernos encaminadas hacia la liberación.

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