De aquí no nos sacan: En defensa de la UPR
- Samary García Padúa
- 20 abr
- 4 Min. de lectura
Por: Samary García Padúa
Una vez más, los sentimientos de rabia e indignación se apoderan de la comunidad universitaria ante los últimos atentados contra la universidad pública. El pasado 13 de enero, a días de culminar el proceso de admisiones para agosto 2025, el entonces presidente de la institución, Luis A. Ferrao intentó paralizar la aceptación de estudiantes de nuevo ingreso a 64 programas, muchos de ellos de humanidades, educación, ciencias sociales y ciencias agrícolas. La amenaza de cierre de estos programas –que proveen herramientas de análisis crítico y de transformación social– y las intenciones de actualizar la oferta académica de acuerdo con los intereses del mercado capitalista deben alarmarnos y movilizarnos a defender nuestra educación pública.
Aunque la renuncia de Ferrao y la posterior derogación del Seriado R-2425-7 aparentan a primera vista una victoria, la lucha por la defensa de la UPR no ha acabado; aún continúa vigente la nueva guía para la moratoria y el desmantelamiento de la institución. Esto último se manifiesta a través de la privatización de servicios, el alza en la matrícula, el cierre de las residencias estudiantiles y la precarización de las condiciones laborales.

Los esfuerzos de la Junta de Control Fiscal y el gobierno para desmantelar la Universidad y precarizar la vida
–con sus políticas de austeridad–
tienen como consecuencia que la institución sea cada vez menos accesible.
Entonces, si la Universidad de Puerto Rico tiene como misión servirle al pueblo
puertorriqueño, ¿a qué pueblo realmente pretende servir? ¿Para quiénes se está perfilando la Universidad?
El avance del desmantelamiento no es un hecho aislado, sino parte de un proceso más grande de despojo. Cada vez es más evidente que el Estado colonial trabaja para desplazarnos de nuestro territorio, para lograr un “Puerto Rico sin puertorriqueñxs”. Lo sentimos en carne propia cada vez que sube el costo de la electricidad, cierran nuestras escuelas, esperamos meses por una cita con un médico especialista, nuestro salario no alcanza para la canasta básica o no encontramos vivienda digna a precios accesibles. Mientras tanto, el gobierno otorga exenciones a extranjeros millonarios a través de las Leyes 22-60, concede permisos para privatizar nuestros recursos naturales, reparte contratos entre sus panas y se embolsilla el dinero del pueblo.
Estas políticas de austeridad afectan directamente la calidad de vida de lxs estudiantes universitarixs, vulnerabilizándoles aún más y arrebatándoles la posibilidad de tener una educación superior óptima. Un reciente artículo del Centro de Periodismo Investigativo, “Con hambre, sin vivienda y sin dinero estudiantes de la UPR en Río Piedras” informa los hallazgos de un estudio llevado a cabo por el Instituto de Investigación Psicológica de la Facultad de Ciencias Sociales, que revela la precariedad que enfrentaron los estudiantes del recinto de Río Piedras entre el 2023 y 2024. Los investigadores hallaron que el 9% de los estudiantes entrevistados sufrieron sinhogarismo 30 días antes de la encuesta y el 62% sobrevivió con menos de $500 mensuales, llevando al 40% de los estudiantes a considerar abandonar sus estudios debido a las condiciones precarias en las que se encontraban.

La crisis de escasez de vivienda asequible, inseguridad financiera y el acceso a una alimentación adecuada y a precio módico es una de carácter político e intencionada. Mientras el gobierno apunta a que el problema que enfrenta la institución es que no hay matrícula, e insiste en cerrar programas y recintos, sabemos que la crisis está en el aumento del costo de matrícula, el cierre de residencias universitarias, la precaria infraestructura de la UPR, tanto en las instalaciones físicas, como en la falta de empleadxs y profesorxs. Sabemos, además, que la agenda de este gobierno ⎯y de los anteriores⎯ es desmantelar la UPR para redirigir recursos hacia las universidades privadas. Resulta evidente que el gobierno no nos quiere educadxs y hacen todo lo posible para cerrarnos el acceso a la educación pública y de calidad.
Por otro lado, la reciente intervención de la gobernadora Jenniffer González en el nombramiento de Miguel Muñoz como presidente interino demuestra cómo la crisis de la UPR se cimenta en la administración político partidista de la misma. El problema de politización de la UPR no se debe a que sus estudiantes y trabajadorxs sean críticos con las políticas del estado o se organicen para exigir sus derechos. Esa politización es la que sirve de semilla para una sociedad crítica, empática, solidaria y defensora de la libertad. En cambio, el partidismo político ⎯es decir, el secuestro de la administración de la UPR por parte de los partidos que han gobernado⎯ es lo que obstaculiza que la universidad pueda cumplir con su rol social. Desde su plataforma de gobierno, la gobernadora, con la asesoría de Muñoz, ya delineaba una transformación de la UPR orientada a la privatización y a responder a los intereses del mercado.
Este plan se inserta en el modelo económico y político del capital, perpetuando que la educación secundaria sea un privilegio para aquellxs que puedan pagarla. En este contexto, ¿qué opciones tendremos lxs estudiantes y lxs trabajadorxs ya precarizadxs para estudiar? ¿Desistir de ir a la universidad? ¿Endeudarnos en tiempos en los que el capitalismo financiero hace y deshace con nuestras vidas y privatiza y endeuda nuestras necesidades más básicas?
Los intentos de desmantelamiento seguirán acechando, pero aún estamos a tiempo. Nos toca organizarnos y defender lo que es nuestro. Este no es el momento de entregarle al capital nuestra universidad. Por el contrario, es el momento de politizar las discusiones en torno a esta, de luchar para expandirla, ampliarla y allegarla a los sectores más populares. La lucha por una universidad pública, accesible, de calidad y autónoma es la lucha por el derecho a permanecer en nuestra tierra.
De aquí no nos sacan y lucharemos hasta construir la vida digna que anhelamos y merecemos en nuestro país. ¡Qué vivan lxs estudiantes!






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